Tristemente en un libro muy corto pero creo que esta bien, muchas veces, algo bueno lo echamos a perder por querer alargarlo y no saber cuando es la hora de concluirlo. El razonamiento tan simplemente complejo del principito me enamoró y no miento al decir que me sentí identificada con el aviador. Odiaría crecer y convertirme en un adulto como los del libro pero, al igual que el aviador siento que ya he crecido y no lo pude evitar. De hecho, crecer es algo inevitable pero, también es difícil hacer perdurar al pequeño niño que tenemos dentro. Ojala la mía nunca muera a pesar de que asfixio con todas esas inútiles preocupaciones del mundo adulto. Espero que mi pequeña yo tenga aguante para todo este peso que amenaza con aplastarla porque, sin ella, no soy muy diferente a un feo cascaron vacío que vive sin vivir.
El final del libro me dejo un poco triste, creo que el señor Antoine se pudo ahorrar la parte de la correa y a la vez creo que esa parte es esencial para que el principito perdure para siempre pues, ¿la oveja se habrá comido la flor, o no? es algo que creo que de ahora en adelante me preguntaré mas seguido.
Fue un buen momento de mi vida para leer este libro y espero recordarlo mas adelante cuando lo vuelva a necesitar, lo curioso de esto es que, lo leí por un motivo que poco tiene que ver con ganas. Siempre había evitado leer este libro por extrañas razones que hasta ahora no comprendo pero, ahora que la hice me siento bien conmigo misma pero, no dejo de preguntarme ¿Como lo habría entendido mi mente infantil de 7 años si lo hubiera leído en ese momento?...
En fin, el hubiera no existe y lastimosamente el pasado no puede regresar y tampoco puedes remediarlo, lo hecho, hecho esta y ahora solo me queda gozar del pequeño gran mensaje que esta pequeño niño grande me dejo sobre su cordero, su flor y su pequeño planeta.
Si aun no lo han leído o ya lo leyeron, les recomiendo, léanlo otra vez, sin duda se sorprenderán de lo mucho que dice en tan corta historia.
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